La iniciativa Código Rural para luchar contra la despoblación y Toolbox.Academy, que enseña a programar a niños de Primaria y Secundaria, son dos de las últimas iniciativas del catedrático de Inteligencia Artificial Francisco Vico.
En el año 2012, la periodista de la BBC Sylvia Smith envío al musicólogo británico Peter Russell una partitura en papel y su interpretación en un audio. Le pedía su opinión. El experto no conocía al autor, pero lo ubicaba en el primer tercio del siglo XX, señalaba sus influencias francesas e incluso apuntaba que podría ser un discípulo del compositor austríaco Alban Berg. También dijo que era “artística y encantadora”, pero lo que no sabía Russell es que la música era mucho más reciente: había sido escrita ese mismo año y por un ordenador, bautizado como Iamus.
Su ideólogo fue Francisco Vico (Barcelona, 1967), catedrático de Inteligencia Artificial de la Universidad de Málaga (UMA). Aquel trabajo fue un bombazo y demostró que las máquinas podían ser creativas, pero el investigador y docente acabó exhausto, así que en 2014 se distanció con una estancia anual en Boston (Estados Unidos). Allí entendió que debía añadir un componente social y de transformación a su trabajo. Al año siguiente volvió a la Costa del Sol para centrar sus esfuerzos en proyectos con un objetivo común: la alfabetización computacional, especialmente entre niños. “Solo el 1% de la población española tiene nociones de programación. Y debe cambiar: programar es hoy casi tan importante como leer y escribir”, señala.
Aprender a programar: cómo y cuándo iniciar a los niños
Convertido ya en una de las referencias mundiales de la Inteligencia Artificial, Vico pasó su infancia en Lucena (Córdoba) enamorado de la biología. La materia viva era su pasión hasta que un día se cruzó en su camino un ZX Spectrum. Estaba en el escaparate de un banco, que lo regalaba por una imposición a plazo fijo. Habló con su padre y aceptó. Días más tarde, lo tenía en casa: lo enchufó, abrió el libro de instrucciones y comenzó a programar. Un amigo le dijo que eso que él hacía lo enseñaban en la Universidad de Málaga, y allá que se fue para convertirse en ingeniero informático en lo que entonces era una diplomatura de tres años. “Ahí me di cuenta de que me interesaba la parte computacional de la biología: extraer el comportamiento de la vida en fórmulas matemáticas para simularlo en un ordenador y darle utilidad”, señala. En la universidad malagueña hizo su tesis sobre el modelado matemático del cerebro y trabajó en la aplicación de algoritmos bioinspirados al terreno industrial, como la iniciativa que desarrolló junto Alcatel para el diseño automático de teléfonos. Para la tesis postdoctoral viajó a Estados Unidos, donde realizó un programa de visión biomimética con las fuerzas aéreas.
Volvió a Málaga para constituir el Grupo de Estudios en Biomimétic, donde ha trabajado en numerosos proyectos. Destaca el que lideró con financiación europea para reconstruir el desarrollo embrionario del pez cebra, aunque el más reconocido fue Iamus, cuyas composiciones fueron grabadas por la London Symphony Orchestra y fue seleccionado como uno de los 100 avances científicos de 2012 por la revista Discover Magazine, atrayendo el interés de Google. Ahora este especialista comparte su tiempo entre las clases de Teoría de autómatas y lenguajes formales de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática de la UMA y los talleres de programación para niños en barriadas en riesgo de exclusión social junto a la asociación Naim. A la vez, ha desarrollado a través de la empresa emergente Digitomica la plataforma Toolbox.Academy, herramienta para enseñar a los menores a programar con el apoyo del clúster de empresas vascas Gaia. Pronto lanzará TX10, un curso de programación de 10 horas que pretende llegar a seis millones de estudiantes menores de todo el país, para lo que creará una cátedra de mecenazgo en la UMA.
Aprender a programar en el colegio
“Estoy muy alineado con su empeño en llevar la programación a los colegios”, asegura Bernardo Quintero, fundador de VirusTotal, compañía adquirida por Google. Comparte con Vico una vocación temprana gracias a otro Spectrum que marcó su vida. “Pasé de ser un consumidor de tecnología a un creador digital”, recuerda. Es justo en lo que el catedrático insiste. “No podemos privar a los niños de comunicarse con una máquina. Debemos darles la oportunidad de ser creadores y no meros consumidores de tecnología”, relata. Para facilitarlo, creó en 2015 el prototipo de Toolbox.Academy, que dos años más tarde fue testado por 1.200 alumnos de primaria, secundaria y bachillerato de 30 escuelas andaluzas. Funcionó. Y hoy se ha expandido por 550 centros educativos de toda España, donde es utilizado por casi 25.000 estudiantes. El número crecerá en enero porque los colegios e institutos de Ermua (Vizcaya) usarán la plataforma en 2022 y porque el Ayuntamiento de Málaga se ha interesado también en facilitarlo en la ciudad. Además, cualquiera puede registrarse en esta plataforma -con versiones en español, inglés y euskera- a través de su web y enseñar a sus hijos a programar. Fácil de manejar, introduce 15 conceptos computacionales en 15 módulos formativos que se apoyan en los 30 capítulos de la serie audiovisual Txac Planet, emitida en EITB y Canal Sur.
Vico se ha preguntado muchas veces las dificultades para enseñar programación en clase cuando los niños aprenden casi de manera espontánea a hablar, algo mucho más complejo. “La clave está en que sean los propios ordenadores los que enseñen su lenguaje a los niños. Eso, además, solucionaría la carencia de profesorado especialista”, se responde. Adaptar la tecnología a los menores “mejora la comunicación, el interés y el aprendizaje”, asegura el catedrático, convencido de que la programación debería ser una asignatura obligatoria en los centros educativos: “Un niño debería salir de Primaria sabiendo leer, escribir y programar”, añade, porque -insiste- no solo es útil para futuros informáticos: también para periodistas que necesiten clasificar información, profesionales del Derecho que necesiten analizar jurisprudencia en decenas de miles de sentencias o biólogos que trabajen con genética.
Bajo esa idea, medio centenar de personas residentes en municipios de 20.000 habitantes de la provincia malagueña se han embarcado en el último proyecto impulsado por el catedrático, en este caso, junto a la asociación Naim y la Diputación de Málaga. Se llama Código Rural y se centra tanto en enseñar a programar como en ofrecer metodologías y herramientas digitales. Su objetivo es que cualquiera pueda desarrollar un negocio desde su pueblo —sea de creación de programas informáticos, diseño gráfico o cualquier otro proyecto— para lo que también ha involucrado a empresas locales. “Es una formación complementaria que permite ofrecer perfiles profesionales alternativos a los tradicionales de esos territorios. Y es un gran ejemplo del impacto social de la tecnología, de cómo puede ayudar a resolver problemas sociales”, subraya Elvira Aguilera, técnica de la asociación Naim. El curso está organizado de manera que los participantes “aprendan a aprender”. “Queremos que estén en disposición de preguntar cualquier cosa en la red, de resolverlo ahí. Una vez entiendan cómo funciona, podrán aprender todo por sus propios medios”, concluye Vico, tan inquieto como visionario.