¿Por qué? Porque tu cuerpo es bastante bueno a la hora de recolectar la energía desperdiciada.
Aún no sabemos exactamente cómo va a funcionar la tecnología inalámbrica 6G. Pero los investigadores de la Universidad de Massachusetts Amherst creen que utilizar a los humanos como antenas para alimentar la 6G puede ser la forma más viable de conseguir energía adicional que de otro modo se desperdiciaría.
En el siempre presente esfuerzo por acelerar el intercambio de información, los científicos ya han empezado a investigar la Comunicación por Luz Visible (VLC), básicamente una versión inalámbrica de la fibra óptica, que utiliza destellos de luz para transmitir información. La incorporación de la VLC a la 6G animó al equipo de UMass Amherst a profundizar aún más.
Primero, algunos antecedentes de la 6G. Para refrescar la memoria, la 5G, considerada la quinta y más reciente generación de redes celulares de banda ancha, está aún en pañales. Las verdaderas redes 5G funcionan en frecuencias de ondas milimétricas de entre 30 y 300 gigahercios, que son de 10 a 100 veces más altas que las anteriores redes celulares 4G. (Sin embargo, algunos proveedores de telefonía móvil hacen trampas al reclamar el extremo superior del espectro 4G como 5G).
La definición de estas generaciones celulares corre a cargo de una asociación mundial conocida como 3GPP. Dada la historia de la interminable marcha de la tecnología, es inevitable que la 5G sea sustituida por una nueva red en el futuro. Lo que no está del todo claro es qué será la 6G.
Mientras tanto, en el nuevo estudio, los científicos de la UMass Amherst descubrieron que los seres humanos pueden desempeñar un papel crucial en la mejora de la eficacia de la VLC utilizando sus cuerpos como portadores de cobre en espiral para captar la energía residual de la VLC. El autor principal del estudio, Jie Xiong, catedrático de Ciencias de la Información e Informática de la UMass Amherst, explica:
“La VLC es bastante sencilla e interesante. En lugar de utilizar señales de radio para enviar información de forma inalámbrica, utiliza la luz de unos LED que pueden encenderse y apagarse hasta un millón de veces por segundo”.
Las bombillas LED pueden entonces transmitir datos, y “cualquier cosa con una cámara, como nuestros smartphones, tabletas u ordenadores portátiles, podría ser el receptor”, afirma Xiong.
El inconveniente de la VLC es la elevada tasa de “fuga” de energía que se produce al emitir señales de ondas de radio por canales laterales. Los investigadores creen que si pueden recoger la energía de radiofrecuencia (RF) desperdiciada, podrán darle un buen uso alimentando pequeños dispositivos electrónicos.
Tras experimentar con cables, bobinas y fondos, los científicos se dieron cuenta de que el cuerpo humano ofrece el mejor medio -hasta 10 veces mejor que cualquier otro entorno probado- para amplificar la capacidad de una bobina de cobre de recoger la energía de radiofrecuencia filtrada. A continuación, construyeron la pulsera Bracelet+, un artilugio barato que se lleva en el antebrazo, pero que puede adaptarse a un anillo, cinturón o collar, para recoger la energía perdida. Según el equipo, las bobinas de cobre de Bracelet+ pueden alcanzar los microvatios, lo suficiente para que funcionen los sensores de vigilancia de la salud que se llevan en el cuerpo y que necesitan poca energía para funcionar.
El acoplamiento de las bobinas de cobre con los sistemas VLC utiliza a los humanos como antenas para alimentar la tecnología que utilizan.
“En última instancia”, dice Xiong, “queremos ser capaces de cosechar energía residual de todo tipo de fuentes para alimentar la tecnología del futuro”.